23 jul 2010

Una razón relativa




Llegar temprano es preferible en estos casos, dejarse caer primero siempre, en otros menos urgentes, más no tanto pero en este fue mejor así, dejar que las diferentes maneras llegaran tempranas al momento.

Quiero decir pues que, nacer nunca es fácil, mucho menos ser Luis Felipe en la mente de tus padres, para de sopetón ser bautizado como Luis Carlos y ahí va en el registro civil Barón Ríos, y no mucho tiempo después al haber nacido mi hermana y ella habiendo tenido algo de uso del sentido en sus muy tempranas más no torpes, si rotundas –más tampoco inconexas- palabras, ser a todas estas Wittadlo.

En cada caso de causalidad, nadie tiene la culpa. Ni mucho menos una responsabilidad. Cabe si, decir que todos los que han estado de un modo u otro a mi alrededor son participes, actores voluntarios y no, de esta obra. Llámese la vida. Algo que si tenemos en común todos los asistentes –la verdad duele- es que todos odiamos o en cierto grado envidiamos la subjetividad del otro, de un yo que no somos, que ciertamente sentimos y viceversa –olvidamos aquello infinito-. Laberíntico y siempre al asecho el consciente es quien pide las respuestas equivocadas, de una razón relativa, vagabundos, así vamos.

Tejiendo la materia en sus alrededores, haciéndome las cosas más fáciles –por supuesto, esto nos pasa a casi todos, digo, lo de poder verlo- la maquinaria del tiempo forja mi ente en células que son los ladrillos del cuerpo, y dibuja unas facciones más o menos ahí, suficientes. De universal forma, latiendo mi corazón como pulsar de un cosmos muy propio y de un caos no tan ajeno. Cabe también situar a las ciento sesenta y ocho veces que he visto a Dios adentro de estas categorías del ser y la nada. La materia prima de una capacidad innata para dar y recibir. Rellenando todo espacio vacío con esta verdadera ilusión, claro está, todo esto traído de los pelos obviamente.




Imagen: Pikachu fish - Berkozturk